martes, 10 de noviembre de 2009

Reflexión.

Cuando uno pasa mucho tiempo bajo un grado constante de tensión es normal malhumorarse. La cara cambia, la expresión se endurece un poco y el ánimo decae, las cosas que uno hace por gusto se convierten en una carga y las que se hacen por obligación en un suplicio. No quedan ganas de hacer mucho y en general uno se mantiene en una especie de estado autómata. Cuando esa tensión comienza a tener picos de algidez y depresiones es peor ya que uno se convierte en una montaña rusa de emoción y decepción que después de un tiempo desequilibra. Son sin duda, situaciones duras y muy dificiles de sobrellevar, uno comienza a esperar cualquier cosa en el momento que sea.
Es cuando el "no sé cómo me siento" hace su llegada.

P.D. Afgan, el perro que hace un tiempo adopté ha tenido episodios que dificultan su estancia en mi casa. La amenaza parental se cierne sobre la situación pero confío en que mi plan de rescate traiga la solución que no implique su partida. Me he cansado de continuamente escuchar cosas negativas relacionadas al tema. Es el plan o nada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario